lunes, 14 de marzo de 2016

El gorrión.

Cuando era pequeño los Reyes me trajeron una carabina de aire comprimido, me acuerdo que era una Norica del cuatro y medio, me hacía una ilusión tremenda,  tampoco di yo la vara con la carabina... es más, creo que me la trajeron por cansino. 
El primer día que la usé lo hice con mi padre y fuimos al "Campo Ramón", nos colocamos debajo de un árbol y al primer gorrión que se posó le pegué de lleno, cuando lo recogí del suelo y vi a aquel animal con el pecho ensangrentado, la boca abierta y agonizando en mi mano, aparté la carabina para siempre y me juré no volver a disparar nunca a ningún animal. Me sentí mal, muy mal, había matado porque si, me desengañé conmigo mismo.
El caso es que hace un rato, leyendo la prensa sobre el uso y criminal abuso que de las mujeres que hacen los piraos yihadistas esos de los cojones y al darme cuenta de mi incapacidad para ver los vídeos sobre las atrocidades con las que se divierten lanzando al vacío a homosexuales, fusilando a rafagazos de forma indiscriminada, degollando a gente entre gritos de la supuesta grandeza del Alá ese de los huevos, lo primero que se me ha ocurrido es pasarlos por las armas y eliminarlos de la faz de la tierra.
Lo tengo claro, aquel gorrión merecía vivir, estos hijos de puta, no.

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