A casi todo el mundo empezaron cayéndoles bien, protestaban por la oscuridad de su futuro, exigían lógica ante el desmadre económico, la desastrosa gestión de todo y la carencia de vías de escape, empezaron bien, eran gente educada, pacífica y armadas de razón hasta las patas. Sin ir de bohemios, hasta ofrecían abrazos gratuitos, no nos caían mal, les entendíamos y hasta nos sentó mal el apelativo de perroflautas que desde algún sector social acomodado injustamente se les adjudicó. Pero, tenía que pasar y pasó.
Todo se torció, llegaron los auténticos perroflautas, los okupas, los de la trenza mugrienta y camiseta rota de tirantes, tíos con cresta teñida y botas llenas de mierda, crías con medias negras de malla adrede destrozadas, con cadenas colgando de no se dónde, pulseras de pinchos y brazaletes de cuero que a decir verdad, no nos los imaginamos ni de coña currando ocho horas en el andamio o en un supermercado cualquiera.
Todo se torció, llegaron los auténticos perroflautas, los okupas, los de la trenza mugrienta y camiseta rota de tirantes, tíos con cresta teñida y botas llenas de mierda, crías con medias negras de malla adrede destrozadas, con cadenas colgando de no se dónde, pulseras de pinchos y brazaletes de cuero que a decir verdad, no nos los imaginamos ni de coña currando ocho horas en el andamio o en un supermercado cualquiera.
Tenía que pasar y pasó, llegaron los problemas, la provocación, los escupitajos a la cara del policía de turno al que incluso llegaron a orinar las botas, el arrancamiento de la gorra al Guardia Civil que impasible y más solo que la una prestaba servicio a las puertas del Ministerio del Interior. Ahí, ante gran parte de la sociedad perdieron la razón, la empatía, la comprensión y el apoyo social, se intuía entre la masa mucho interesado, mucho sórdido, mucho miserable, mucho hijo de vagina muy sociable, mucho desecho humano que solo buscaba el enfrentamiento, la revuelta y en cuanto pudiera el llevarse para casa una tele por la cara.
Tenía que pasar y pasó, tanta bravata y prolongado desafío hizo que a algún policía se le fuera la olla hasta el infinito y más allá y ahora se vea trincado por el desquite, la venganza y el resarcimiento de quienes allí le mandaron, ahora son el pago de imagen, ya tienen fácil objetivo para el castigo ejemplar y así los de siempre y como siempre, puedan escurrir el bulto de su responsabilidad.
Estaba claro, al final pagaron justos por pecadores, tenía que pasar... y pasó.
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