viernes, 13 de junio de 2025

Día tras día


Tienen una edad parecida, no se la he preguntado pero ambos pasan de los 85. Él conduce todavía, llega sólo cada tarde y tras aparcar en el recinto abre el maletero y saca una bolsa de plástico antes de entrar. Accede a la recepción y espera a que le bajen a su esposa. Ella reside en la segunda planta.
Está en silla de ruedas, siempre tiene la boca abierta, con los labios  como escondidos y los carrillos hundidos. Su mirada perdida en el infinito y no tiene expresión en el rostro. él la conduce a la calle, hasta el banco del rincón, apartado del viento y las corrientes, continuamente le está hablando.
Nada más llegar lo primero que hace es besarla, abre su bolsa y tras colocarle un babero impermeable saca un batido proteínico  que muy poco a poco le va dando. La evolución de la enfermedad le ha originado muchos problemas de deglución pero no importa, él no tiene prisa. continuamente la anima mientras le limpia alrededor de la boca con una toallita húmeda. Más de quince minutos le lleva la tarea.
Después saca de la bolsa una botellita de agua y un neceser, humecede el cepillo de dientes en agua y le limpia la boca despacio y muy detenidamente, como con temor a hacerle daño. Ella no entiende pero él le habla continuamente, le dice cosas bonitas, le cuenta...
Después se sienta en el banco, junto a ella, pegado a su silla, de vez en cuando le acaricia la cara, la tiene cogida de la mano mientras le habla, y así día tras día, uno tras otro, todos los días.
Puntualmente, a las siete menos cuarto la lleva de nuevo al interior, la conduce hasta la puerta del ascensor donde la recogerán para subirla de nuevo a la planta. La besa en la cara y se despide de ella hasta el día siguiente. Cuando se hacen cargo de ella sale con la bolsa de plástico en la mano, se monta en el coche y se va.
Y así cada día, uno tras otro, todos los días impartiendo lecciones de amor sin límite. 
Día tras día.

miércoles, 4 de junio de 2025

Miserable y ruin.



Acabo de escuchar la entrevista al pediatra de Bilbao D. Jesús Sánchez Etxaniz, amonestado por la Consejería de Salud del Gobierno Vasco por acompañar a una niña en fase terminal fuera del horario laboral basando la misma en el "execrable" hecho de utilizar el coche oficial del Servicio de Cuidados Paliativos para desplazarse. La niña se estaba muriendo.
Una persona, sea o no médico, que vuelca su tiempo más allá del obligado por su profesión en atender a niños en sus últimos días de vida nunca puede merecer algo así si no al revés, es una persona que rebosa valor y humanidad, un ser humano con un corazón y un sentimiento que merece no sólo su reconocimiento si no la gratitud pública de la sociedad. Nunca una amonestación ni un simple reproche, jamás. 
De la gente que lucha contra el cáncer infantil sé un poco, sigo de cerca varias Asociaciones pero el pánico me impide ni tan siquiera acercarme a ellas. Una de ellas es "Todos Somos Ivan", de la que  conozco de primera mano sus actividades en la lucha contra la enfermedad. Por otro lado un muy buen amigo mío está dedicado en cuerpo y alma a la captación de fondos en pro de esa titánica lucha a través de la Asociación "Policías x Valientes" y hacen una labor asombrosa, increíble. Son gente que cada día mira la posibilidad de la muerte en el inocente rostro de esas criaturas y eso, a mí me resulta  imposible, asolador, yo no podría hacerlo, me supera, es una tarea de superhéroes, de personas dotadas de un valor sin igual. Yo sólo podría llorar.
Todas las personas que trabajan y luchan contra el cáncer infantil son seres especiales, únicos, con unos valores supremos y quizás por ello, la ínclita Consejería de Salud del Gobierno Vasco debería de hacérselo mirar, esa amonestación al pediatra en cuestión es un gesto miserable, indigno y ruin.  
Deberían hacérselo mirar.