lunes, 6 de marzo de 2017

Hay que tener cojones (y cojonas).


Hay que tener mucho de lo que hay que tener para vivir en la piel de un español y mantener la compostura, hay que tenerlos como Espartero para soportar lo que soportamos y encima tener que callar por respeto a "su" libertad de expresión, hay que tener huevos.
Sobrevivimos con una tasa de paro que dobla la de otros países, una clase de próceres sin ética que superan lo inimaginable, un nivel de putrefacción ideológica que apesta convirtiendo su clase en una calaña que pasará a la historia por su falta de escrúpulos y prostitución moral, una morralla que ha hecho de la corrupción una parte inconfundible de su idiosincrasia y por si fuera poco, por si no tuviéramos bastante, una parte de nosotros mismos, digamos los históricamente mimados y privilegiados a costa del resto de pagainfantas, nos insulta calificándonos de atrasados, paletos, "fatxas" y chonis, se mofa del himno de todos y se descojona comparándonos con Jesús Gil.
Entre tanto ingrato malnacido cuesta mantener la compostura, pero como yo soy una persona educada y tengo un par de huevos, no les voy a llamar gilipollas, gudarimierdas, imbéciles ni hijos de vagina sociable, jamás, simplemente les voy a decir que quizás estén equivocados, que deberían de ser más cordiales en el trato, no ofender con sus insultos y a ser posible moderar su lenguaje. A ser posible y si no les importa, por supuesto.
Hay que tener cojones... (y cojonas).

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