miércoles, 29 de octubre de 2025

La triste paleta del enterrador.


Hay veces que el teclado no enfoca ni va parejo con la intención del cerebro, siempre empeñado en no entrar en absurdos y pseudo-filosóficos debates intelectuales conmigo mismo para no discutir con nadie.
Hoy mi madre quiere ir al cementerio para evitar el mogollón de "Todos los Santos" y de hecho así va a ser, esta tarde la llevamos, pero pensando en ello por pensar en algo (ya se sabe, lo del diablo, el rabo y las moscas)  y por mucho respeto que tenga a casi todas las religiones, sus mitos, ritos  y costumbres ancestrales, no acabo de ver yo eso de ir todos el mismo día y a mogollón a celebrar no sé qué y petar los cementerios, no lo veo.
Un día al año se va al cementerio a borrar los besos de la paz del tiempo a base de agua, vinagre blanco y paños para tirar, a petarlo de flores de plástico de los chinos que allí se quedarán, a la intemperie del abandono hasta el mismo día del año que viene. No lo veo.
Yo voy muy poco al cementerio por no decir casi nada, excepcionalmente voy al de mi pueblo cuando llego de vacaciones cumpliendo así la tradición que aprendí de mi padre que primero visitaba a sus muertos como principio ético que se auto-marcó y yo lo sigo haciendo sin más fe que el respeto al criterio que me inculcó y alguna que otra vez confieso que lo hago para, reventado y sudado como un cochino, aprovecharme del grifo y beber agua cuando salgo a caminar. Nada espiritual el motivo por cierto. No.
El pasillo del cementerio, entre fotos de fallecidos es una precipitación de recuerdos hacia ninguna parte que no me inspira ningún romanticismo, muchas nichos no tienen más que unas iniciales hace tiempo marcadas por la triste paleta del enterrador y algunas de las lápidas no tienen ni epitafio, algo que me parece aún mucho más triste,  por lo menos las otras, las "normales", con los datos y la edad entablan un mudo diálogo con el visitante que vuela por encima del gélido y sepulcral silencio del mármol. No, no acabo de verlo.
No me gustan los cementerios, son lugares de lágrimas, de pena, dolor y tristeza. Nunca debe de ser un lugar de aglomeraciones y por ello detesto la puntual visita aborregada obligada por el calendario, muchas veces hipócrita, sin sentido y casi siempre forzada exclusivamente por la tradición y sobre todo en los pueblos pequeños..., por el bienquedismo social. 
Como si no hubiera más días. No, no lo veo.

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