jueves, 26 de noviembre de 2015

Andrea.


El deber de mal vivir o el derecho a morir. Apartemos la hipocresía, dejémonos de túnicas, sotanas ni matracas religiosas, vayamos al grano y el grano es Andrea, una niña de doce años que padece una enfermedad degenerativa que la consume entre su dolor y la aterradora impotencia de sus padres, Andrea es una enferma terminal que vive una horrible agonía, que no tolera la alimentación y tiene que malvivir de forma artificial entre tubos y trabas, entre sábanas, lágrimas y la pena más íntima de unos padres que destrozados por la verdad y asumida la realidad, piden a gritos y con todo el derecho justicia para su hija.
Diferenciemos conceptos, dejémonos de milongas que no van a ningún sitio, lo único que importa es Andrea, dejémonos de hacer uso interesado y desde la distancia de la ética, la mística y las creencias, lo reglamentado, lo moral y lo legal, aquí lo único que cuenta es lo justo, lo real, lo único que importa es aliviar el dolor de esa niña, permitirle el derecho a no sufrir más, a cerrar los ojos y descansar para siempre.
Andrea nació con el dolor, su vida ha sido un calvario entre hospitales y hoy, cuando hay que tomar decisiones vitales que no mortales, todos se pasan la pelota sin contar con ella, con sus padres, con quienes con un dolor inimaginable piden y reclaman el derecho de su hija a dejar de sufrir y morir con dignidad pero nadie les ayuda, todos se pasan la pelota, la Consejería a los médicos, los galenos a los jueces y los jueces a la norma, para nada cuenta lo justo, la verdad, lo que pudiera contemplar una justicia divina, nadie contempla la realidad de una criatura sin voz, sin el derecho a dejar de sufrir de una vez y descansar para siempre.
Andrea tiene solo doce años, no es edad para morir pero tampoco para sufrir, ella es lo único importante y diga lo que diga lo religioso, lo moral, lo ético y lo legal, lo único importante es lo que nadie contempla, el derecho a dejar de sufrir y la dignidad de una niña de doce años, de Andrea.

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