domingo, 2 de noviembre de 2025

Monstruos.


A pesar de mi dilatada y pasada vida militar, no acabo yo de cogerle el paso al puto microondas éste, lleva en casa años y no ceja en su empeño de abrasarme con el café, o se pasa o no llega. Creo que le toca el reciclaje...
Voy camino de alcanzar el "Brasas Cum Laude", me la bufa, los domingos por la mañana no tienen que ser diferentes y de lo del sábado sabadete ya no me acuerdo.
Estaba yo mirando taza en mano el tiempo para hoy por el Valle del Pas para acercarnos hasta allí y homenajearme como es debido y merezco dada mi publicitada devoción por los bóvidos y sobre todo sus hermosas y nunca suficientemente ponderadas chuletas maduradas y a ser posible de res Tudanca, cuando sin saber cómo acabé leyendo una entrevista a D. José Antonio Casanueva, el abuelo de Marta del Castillo quién, dieciséis años después sigue buscando a su nieta. Se me han puesto los pelos de punta y no he podido evitar la disimulada lágrima. Tanto es así que de esto hace un par de horas.
A mí, con trece o catorce años, me trajeron los Reyes una escopeta de aire comprimido, era una Norica del calibre 4,5 y el día que la estrené fue con mi padre en "Campo Ramón", un descampado que por entonces había en Venta Berri, al final del barrio del Antiguo de San Sebastián, con tan mala suerte que al poco de apostarnos debajo de un árbol se posó en la copa un gorrión al que disparé y me lo cargué. Fue la primera vez que disparé con ella. 
Al caer, lo cogí y pude observar con pavor como el animal abría insistentemente el pico intentando respirar. A los pocos segundos murió en la palma de mi mano. Le di la carabina a mi padre y jamás la volví a usar. Quedó en evidencia mi incapacidad para disparar a ningún animal.
Ahora bien, sin su influencia tras haber leído a ese Señor, abuelo como yo, me ratifico en lo que desde siempre vengo diciendo, que en los casos como éste, al Carcaño, monstruo que hizo desaparecer a su nieta, o  al hijo de la gran puta del Rafita que violó, machacó, atropelló varias veces con el coche y quemó a la niña con discapacidad intelectual Sandra Palo, o a la bestia, al engendro humano Bretón que quemó a sus hijos por vengarse de la madre, a esos si, a esos les descerrojaba sin dudar un tiro en la frente y a tomar por culo. 
No son seres humanos y su deuda es absolutamente impagable, no hay vidas para resarcir el dolor causado por lo que la única justicia a aplicar es la Divina por lo tanto, no hay otra, deben pagar con su vida.
No son gorriones, son mostruos.

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